¿Está muerto ahora tu cuerpo triste?
¿Está muerto ahora tu cuerpo triste? El chispazo apareció el primer jueves de abril, lo sentí en la espalda, justo por aquel caminito que marcaban tus dedos algunas tardes. Un sendero que no tardó en prenderse fuego y consumirse hasta el punto del dolor insano que me arrancó del pecho un quejido casi etéreo. Estabas delante de mí, riéndote de algo que ni siquiera puedo recordar, pero te reías y lo vi ahí, el reflejo en tus pupilas. No era yo, no me veías a mí. Y no importaba cuántas veces diera vuelta para asegurarme de que la pared blanca siguiese ahí, a mis espaldas; al volver para mirarte a ti, seguía la misma imagen y el fuego del camino crecía implacable, consumiéndome hasta las cenizas. No conseguí salir de la cama lo que quedó de aquella semana, tanto como no pude decirte la razón de la enfermedad cuando me preguntaste qué me pasaba. Porque la verdad no era sino mi engaño, ¿cómo iba a preguntarte por ella o por ese amor viejo del que nunca hablábamos? ¿Cómo ibas a darme una ...